Es una oficina pequeña, de cuatro por cuatro. Hay dos escritorios, sin papeles amontonados, y una ventana que deja pasar la luz de la mañana. Allí trabaja el doctor Alfredo Córdoba, subdirector de la Asistencia Pública municipal y uno de los pocos toxicólogos que tiene la provincia. Desde hace muchos años está al frente del Departamento de Toxicología de esa dependencia. Como experto en el tema, hay algo que le preocupa mucho: que Tucumán no tenga un servicio especializado en envenenamientos.
“Nuestra provincia es mala plaza para la toxicología” , es lo primero que dice. Habla despacio, pero usa las palabras precisas. “Tampoco hay un hospital de referencia para asistir casos de intoxicación. En general, cuando aparece un paciente, es un reto para los médicos, quienes deben empezar a llamar a otros nosocomios del país para saber qué hacer”, comenta.
Es docente y le apasiona su especialidad. Será por eso que le da mucha pena cuando dice que sobran los dedos de la mano para nombrar los toxicólogos que quedan en la provincia.
Otra situación alarmante, según dice, es que Tucumán no cuenta con un laboratorio integral para el diagnóstico de las intoxicaciones. En la mayoría de los casos, para tener un diagnóstico preciso, las muestras son derivadas a laboratorios de otras provincias.
“Las técnicas en los laboratorios han avanzado mucho; los procedimientos son muy precisos y ayudan a salvar vidas. Pero Tucumán está ajena a toda esa realidad”, remarca.
Médicos consultados en el hospital de Niños opinaron en el mismo sentido. “No tenemos laboratorio de toxicología de emergencia. Además, antes teníamos tiras reactivas para diagnóstico en orina de opioides, tranquilizantes y marihuana, pero nos dejaron de proveer”, especificaron.